Cómo el reciclaje puede cambiar el destino de los plásticos de un solo uso

Los plásticos de un solo uso, fabricados para ser empleados una vez, al cumplir su función se descartan. Su uso abarca diversas áreas de la industria por su alta demanda y consumo, pero se asocian principalmente a las industrias alimentaria y de empaque. Entre ellos se destacan las bolsas de supermercado, vasos, platos, charolas y cubiertos.

Este tipo de productos plásticos, consumidos ampliamente por la sociedad mexicana, resuelven y facilitan enormemente varios aspectos del día a día; sin embargo, a pesar de las ventajas y bondades que tiene el plástico, no se puede negar que generan un amplio porcentaje de los residuos sólidos urbanos.

En el Atlas Nacional de Residuos Sólidos Urbanos [1] se menciona que, en México, los plásticos rígidos y de película representan el mayor porcentaje en los vertederos municipales, seguidos en algunos estados de la república por el polietileno tereftalato (PET), mientras que el poliestireno expandido tiene un porcentaje mucho menor. El problema de la presencia de estos plásticos radica en que su tiempo de permanencia en el ambiente es muy alto, puesto que no se degradan fácilmente.

Debido al impacto negativo por la generación de residuos al utilizar plásticos de un solo uso, se han buscado alternativas más ecológicas para la sustitución de estos plásticos, así como iniciativas gubernamentales para desincentivar su uso. Sin embargo, durante la pandemia por el COVID-19 fue notoria la ventaja de los plásticos frente a otros materiales, al ser más inocuos, versátiles, transportables y por su impacto positivo en el comercio y el hogar.

Por lo tanto, las estrategias basadas en sanciones, prohibiciones, y el uso de productos de un solo uso hechos de otros materiales más degradables tampoco es la solución. Se debe planear una estrategia enfocada en el aprovechamiento de los recursos actuales, tanto biológicos como sintéticos, y una de estas estrategias sería la implementación de un modelo productivo y de consumo basado en la economía circular, estrategia que implica que materiales como el plástico se mantengan en un ciclo impecable de procesamiento, aprovechándolos al máximo posible, y que de esta manera jamás se conviertan en un residuo.

La Fundación Ellen MacArthur estima que aplicar una economía circular en la industria del plástico ayudaría a reducir, para el año 2040, un 80 % del volumen anual de plásticos desechados y evitaría que se conviertan en un riesgo para el entorno [3].

El estigma con el que se ha tratado a los plásticos viene asociado a su lenta degradación; sin embargo, existen opciones que pueden reducir su presencia en el ambiente, tales como la reutilización y el reciclaje, para pasar así de plásticos de un solo uso a plásticos multiuso.

Cuantas más veces se pueda reutilizar algún producto, menor será el impacto ambiental asociado. Tanto empresas como consumidores muchas veces no pueden evitar el empleo de plásticos descartables (un solo uso); no obstante, sí pueden enfocarse en mitigar este impacto ambiental reutilizándolos cuando sea posible y no desecharlos inmediatamente.

Por ejemplo, en muchos hogares, las bolsas de plástico de un solo uso se pueden reutilizar para el almacenamiento y transporte de otros productos o para la recolección de residuos y diversos elementos.

También las botellas y envases de alimentos se pueden reutilizar o redestinar para el almacenamiento de otros productos de consumo, siempre y cuando la calidad del plástico sea adecuada para entrar en contacto con alimentos. Debe evitarse emplear recipientes desgastados que pueden derivar en la generación de microplásticos.

Platos, vasos, bandejas y charolas de transporte de alimentos, fabricados con poliestireno expandido (EPS), también conocido como unicel, son 100 % reciclables, lo cual desconoce mucha población; sin embargo, ya existen tecnologías para su procesamiento, reciclaje y valorización.

Una vez concluido el ciclo de reutilización, ya que el plástico se ha dañado o empieza su degradación funcional, se debe llevar a centros de reciclado, presentes en muchas ciudades del país. Asimismo, se deben atender las campañas de concientización y reciclaje de materiales aprovechables de los gobiernos locales e iniciativas de empresas privadas, fundaciones y asociaciones enfocadas en el cuidado ambiental. Y si estos productos se van a desechar, porque no se pueden reutilizar o no es posible depositarlos para reciclado, siempre debe hacerse de manera ética, responsable y respetuosa con el medioambiente.

El PET, ampliamente empleado para la fabricación de botellas, es el plástico que más se identifica como apto para reciclaje; sin embargo, no es el único que se puede reprocesar. Otros tipos de plásticos reciclables son el polietileno (PE), el polipropileno (PP), el poliestireno (PS) y el policarbonato (PC).

Diversas empresas ya han demostrado que es posible reducir el consumo de resina virgen y emplear botellas de plástico 100 % reciclado en sus procesos. Para eso, como consumidores, es necesario separar nuestros desechos valorizables y destinarlos a los centros de reciclaje, máquinas de acopio, etc.

Por tanto, resulta fundamental para nuestra sociedad y el ambiente un cambio en las cadenas de fabricación de productos plásticos, para que una vez concluido su uso predefinido, puedan ser reutilizables. Y reforzar la infraestructura local de reciclaje y gestión de residuos debe ser una prioridad.