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El doctor Oliverio Santiago Rodríguez es actualmente el director general del Centro de Investigación en Química Aplicada (CIQA), un centro de desarrollo tecnológico mexicano perteneciente al CONACYT, que tiene más de cuarenta años de fundación y es un modelo en la generación de conocimiento científico y tecnológico en el área de polímeros. Referirse a la evolución de la institución y también a la carrera de quien la lidera es darle una mirada a la historia de la investigación en el país. En nuestra plática le preguntamos sobre cómo surgió su interés en los polímeros, cómo ha cambiado la investigación desde que él inició y de qué manera se compaginan la generación de conocimiento con el sector productivo.

“Mi interés por los plásticos inició en la década de los ochenta, cuando estaba estudiando Ciencias Químicas. Cuando terminé mi carrera, recién se había abierto un programa de maestría en polímeros en la Universidad Autónoma de Coahuila, cuyo coordinador en aquel momento, el Dr. Edgar Rodríguez León, nos invitó a incorporarnos a un grupo de compañeros. Él fue quien nos abrió la puerta para que empezáramos a conocer de los polímeros y a interesarnos por ellos. Al hacer la tesis de grado, algunos llegamos al CIQA, que tenía apenas unos 8 años de haberse fundado, en busca de la que fue y sigue siendo la biblioteca de polímeros más completa del país”, comentó el Dr. Oliverio.

Así, terminó vinculándose a la institución como asistente de investigación en 1986. Bajo la tutela del Dr. Ernesto Urueta, comenzó a trabajar particularmente en PVC. “Experimentábamos con diferentes mezclas de polímeros y hules. Como no teníamos mezcladores intensivos, teníamos que usar un bote y nuestras propias manos para agregar los aditivos”, recordó entre risas. Posteriormente, surgió la posibilidad de hacer un doctorado en Inglaterra, en el que trabajó en nuevos métodos de reticulación química de PVC.

Al preguntarle sobre cómo ha cambiado la investigación en polímeros desde aquel entonces, hasta la actualidad, el directivo comenta sin titubear que en ese momento la relación con la industria era muy poca: “Al comienzo era trabajo académico y de formación de recursos humanos, pero luego nos tocó hacer pininos en vinculación con el sector productivo”, mencionó.

“La industria era incipiente en el país y, además, se tenía una restricción en la importación de materiales. Por un lado, eso nos limitaba, pero por otro lado había un incentivo para desarrollar formulaciones o materiales con lo que se tenía. Justamente, en aquel entonces el CIQA empezó a trabajar con la industria para el desarrollo de formulaciones y materiales que aún hoy siguen siendo vigentes. Un caso de éxito de esa primera etapa es el de los tinacos de Rotoplas. Poca gente conoce esa historia, pero un requerimiento para el desarrollo de aplicaciones de espumados con mezclas de PE derivó en el material con el que se fabrica el tinaco. Todo lo hicimos con el PE de Pemex”, comentó.

A propósito de este caso de éxito, comenzamos a hablar de la vinculación entre investigación y sector productivo, para lo cual se requirió un cambio total de mentalidad y de esquemas de trabajo, según señaló.

“En la industria los proyectos tienen urgencia, mientras que en la investigación básica fundamental se habla de procesos largos que no necesariamente tienen los resultados esperados. Así que tuvimos que aprender a trabajar a esa velocidad y también tuvimos que aprender a presupuestar proyectos de desarrollo tecnológico para el sector productivo y también a cobrar, porque para un investigador resultaba familiar plantear su tema de trabajo, pero llegar a cobrarlo es otro asunto. No se veía la importancia de la transferencia de conocimiento a la industria, y la apropiación de este y eso lo aprendimos. Aunque todavía nos queda mucho qué aprender”, comentó.

El directivo recuerda que a partir de allí surgió un debate entre los investigadores a quienes les gustaba trabajar con la industria y los que no. Algunos tenían la percepción de que el trabajo con la industria limitaba el desarrollo del conocimiento, mientras otros consideraban que lo enriquecía. “Finalmente se decidió que sí se debía trabajar con el sector productivo y, a mi modo de ver, esa decisión favoreció que el CIQA tenga el lugar que tiene hoy en día. Se ha manejado muy bien el camino de hacer investigación que tenga un resultado, que tenga un cliente en el mercado y que tenga un usuario”, enfatizó.

Oliverio Santiago Rodríguez.

Oliverio Santiago Rodríguez.

Derivado del trabajo con la industria, y también como una evolución misma de la investigación, otro tema en el que se dieron aprendizajes fue en la protección del conocimiento que se genera. “En aquel tiempo, no había solicitudes de patentes. Los primeros registros comenzaron en 1982. En los noventa se tomó la decisión de inculcar en los investigadores la cultura de la protección de la propiedad intelectual, y fue algo que tuvimos que aprender. Esto favoreció a que hoy en día seamos reconocidos como unas de las instituciones en el país que más solicitudes de patente tiene. En una siguiente etapa, estamos trabajando en la transferencia de la propiedad intelectual y del conocimiento implícito, a través de una patente, que se explote y tenga beneficios”, comentó.

Para el directivo resulta estratégico para la difusión del conocimiento que se trabaje con la industria, se proteja la propiedad intelectual y se trabaje en la formación de recursos humanos, sin descuidar la parte científica de la investigación. “Son tres ejes que no están peleados, y al contrario se complementan muy bien. Se puede estar en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), y a la vez trabajar con la industria y formar recursos humanos. Lo que se ha inculcado es que los investigadores sean multifuncionales y generen conocimiento que sea útil para la sociedad, y siempre tener presente el cuidado del medio ambiente”, aseguró.

Para el directivo este aporte al sector productivo resulta estratégico para el crecimiento como país, pues muchas empresas mexicanas no cuentan con los recursos que tienen las industrias en otros países ni centros propios de investigación y desarrollo. Entonces, el soporte de un centro de investigación como el CIQA o de la academia misma resulta fundamental para que pequeñas y medianas empresas puedan beneficiarse con el desarrollo tecnológico y científico.

“Aplicar el conocimiento en el sector productivo nos trae también conocimiento a la institución, y los recursos que ingresan permiten fortalecer la infraestructura científica de laboratorios y mantener el equipamiento que se tiene”, aseguró.

Con sus recursos internos, la institución promueve la investigación en cuatro grandes áreas, con el apoyo de un programa de catedráticos: energía, agroalimentos, salud y medio ambiente. La idea es ir madurando tecnologías que luego puedan convertirse en soluciones para la sociedad.

En cuanto al eje de formación de recursos humanos, el CIQA tiene una larga trayectoria que incluye un programa de maestría y doctorado, creado en sus inicios de manera conjunta con la Universidad Autónoma de Coahuila y la Universidad Autónoma de Nuevo León. Después de cierto tiempo, en 1995, se tomó la decisión de que el CIQA tuviera sus programas propios, y desde entonces cuenta con cuatro programas de posgrado, dentro del PNPC (programa nacional de posgrados de calidad del CONACYT), maestría y doctorado en polímeros, los cuales tienen reconocimiento internacional, maestría en agroplasticultura y especialidad en química aplicada, estos dos son programas consolidados.

El doctor Oliverio comenta que, en algún punto de la historia, estos programas vieron amenazada su permanencia, pero con esfuerzos de los directivos del momento lograron prevalecer y han generado un impacto tan profundo en la academia y la industria que resulta difícil de cuantificar.

“Muchas de las industrias y de los centros de investigación que tienen que ver con polímeros de algún modo se han beneficiado con estudiantes que se formaron aquí en el CIQA”.

En números gruesos, cada año se gradúan 40 estudiantes de maestría, 10 de especialidad y entre 10 a 12 estudiantes de doctorado. Son de las cosas positivas que como institución se pueden compartir y poco se saben. Por lo que hay que reconocer los esfuerzos de quienes lo hicieron posible”, destacó.

El Dr. Rodríguez es enfático en que la investigación es una inversión en la competitividad del país. Comenta que cada momento trae su propio reto y por eso hay que adaptarse a lo que se requiere. “Somos un material termoplástico interesante que nos podemos moldear. Es una ventaja que le ha permitido a la institución soportar cambios”, concluyó.

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